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En las relaciones actuales, especialmente en las profesionales, lo que decimos, transmitimos y los resultados que obtenemos vienen precedidos por nuestro comportamiento, el cual tiene dos componentes; comportamiento normativo y comportamiento espontáneo.

El comportamiento normativo.

El comportamiento normativo es aquello que está claro, que todos sabemos que “tenemos” que hacer y que confieren básicamente los mínimos que se esperan de nosotros.

Vestir de una manera adecuada a una situación concreta, actuar con las debidas normas de cortesía y educación, ir convenientemente uniformado conforme a la normativa o imagen corporativa de nuestro trabajo o nuestra empresa, dar las adecuadas respuestas técnicas o específicas ante el requerimiento de otra persona, etc. comprenden todo aquello que hay que hacer y que nuestro interlocutor interpreta como esperable. El no hacerlo como está establecido, como es normativo, llevará aparejado consecuencias negativas previamente establecidas para el “infractor”.

Pero hay algo más que nos transporta de lo esperable a lo deseable, que transforma un comportamiento correcto en excelente y que lleva nuestra valoración de las personas a otro nivel, y es lo que esas personas hacen de manera simultánea y natural al comportamiento normativo, y que dependen en gran medida de la correcta motivación y de que se sientan felices y realizados con lo que hacen.

Cuando la motivación no es correcta y las personas no se sienten felices, el resultado será absolutamente opuesto, llevándonos de lo esperable a lo indeseable, con unas consecuencias nefastas en la sostenibilidad de los objetivos que queremos alcanzar. Éste es el comportamiento espontáneo.

El comportamiento espontáneo

El tener colaboradores perfectamente motivados y alineados con nuestros objetivos implica un conocimiento profundo de ellos, ya que solo a través de conocerles perfectamente y saber cuáles son sus valores, expectativas y circunstancias podremos trabajar en la dirección oportuna para conseguir ser para ellos líderes en lugar de jefes, que se sientan parte de un equipo en lugar de subordinados que cumplen órdenes, y que de manera natural acompañen sus respuestas normativas de unos matices espontáneos que lleven su trabajo, y por ende nuestros resultados, a la excelencia.

Detalles tan simples como que sonrían mientras hablan, que discutan en un tono correcto y con objetividad o que sientan la suficiente confianza y control en lo que hacen para tomar ciertas decisiones que solucionen determinadas situaciones de manera eficaz tendrán una repercusión positiva importantísima en nuestros resultados.

el comportamiento espontáneo

La importancia del comportamiento espontáneo

Los tiempos han cambiado y el reconocimiento económico al trabajo realizado, aun siendo esencial, ya no es suficiente ya que nuestros colaboradores también esperan de nosotros un comportamiento espontáneo dirigido a crearles un ambiente de trabajo favorable y motivador.

Trabajamos con personas y las correctas relaciones personales exigen un conocimiento profundo y un desempeño permanente en la dirección correcta de manera vertical descendente y transversal. Incorporar este tipo de gestión de personas en nuestras empresas como parte de los valores de nuestra compañía y de nuestra responsabilidad social corporativa provocará una diferenciación positiva respecto de nuestros competidores. No encuentro un solo motivo por el que no hacerlo.

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Arturo Gálvez – Consejero de empresas
http://ajgalvez.com/