El techo de cristal

Una barrera que hay que romper para lograr los objetivos de la empresa.

Lo mejor o nada”

Gottlieb DaimlerFundador de Mercedes Benz.

Nadie pone en duda que esta auténtica declaración de intenciones y de filosofía empresarial que estableció Gottlieb Daimler, a pesar de tener más de un siglo de historia, está de absoluta actualidad, ya que no hay otra manera de alcanzar el éxito y que éste, en lugar de un espejismo breve sea un hecho sostenible en el tiempo y perdurable a las generaciones, que a través de la excelencia de nuestra propuesta al mercado. De lo contrario no podría haber llegado hasta nuestros días esta magnífica marca de automóviles, cuya fábrica quedó destruida en más de un 90% en la II Guerra Mundial. Pero esta excelencia ha de ser completa, no solo en nuestros procesos y en la calidad de nuestros productos y servicios, sino también en el comportamiento que los gestores tenemos hacia la carrera profesional de TODOS nuestros colaboradores, sea cual sea su edad, cultura, raza y sexo.

Personalmente no voy a entrar en asuntos políticos, que sinceramente me parecen aburridísimos y que, si no vienen acompañados de acciones a nivel micro, simplemente son un puñado de frases, frecuentemente mal elaboradas, que solo distraen sin cambiar nada en la base del problema. Sin embargo, sí que entraré en mi experiencia personal como conocedor de multitud de empresas y de directivos de muy alto nivel (generalmente varones), porque hay una realidad que, tal vez con intención de que pase un poco desapercibida, se define con un término que implica transparencia; es el Techo de Cristal, el cual existe y que, en muchas ocasiones, tiene un grosor digno del mejor blindaje antibélico. Y es una cuestión absolutamente global, pues conozco muchos países (lógicamente no todos) y siempre llega un momento en que, a determinados niveles ejecutivos, la presencia de las mujeres comienza a diluirse llegando casi a desaparecer.

Ser capaz de encontrar la excelencia

¿Por qué ocurre esto? En mi humilde opinión, de la cual estoy absolutamente convencido, hay dos motivos fundamentales; el temor a ser superados que tienen muchos hombres (lo pongo en tercera persona pues es algo por lo que yo no me siento afectado en absoluto) y la absoluta incompetencia existente a la hora de establecer medidas de conciliaci

El temor a ser superados: sinceramente, en los tiempos que estamos me parece absolutamente incomprensible que haya profesionales que sientan su ego herido si son superados, sensación que aumenta de manera dramática cuando esa superación la hace una mujer. Estamos educados en que hay que ser el mejor, lo cual bien entendido no es malo, siempre que ello nos lleve a superarnos día a día y no al camino fácil, de poner obstáculos al resto, para que nuestras debilidades no se manifiesten. La solución en este caso reside en la educación que damos a nuestros niños, pero no la académica, sino la familiar y social, donde les enseñemos a manejar la frustración, a ser tolerantes y a aprovechar las sinergias que pueden aparecer cuando vamos a favor de quien puede ser mejor que nosotros, en lugar de a sentirnos molesto por el éxito ajeno. Pero esto, si los adultos no lo tenemos superado, es una filosofía de difícil transmisión. Sería impensable ver un equipo de futbol donde un futbolista marcara en propia meta porque su compañero es mejor jugador que él, ¿verdad? Pues en el mundo empresarial y social esto es el absolutamente frecuente y lo peor es que lo tenemos normalizado y no nos llama la atención.

El tiempo, el único recurso irrecuperable

La incorrecta CONCILIACIÓN: atendiendo al significado de la palabra, conciliar supone crear las condiciones adecuadas para poner de acuerdo situaciones a priori incompatibles. Con lo cual, el secreto está en crear, en cada momento y según las necesidades de cada persona, y por supuesto las de la empresa (no debemos obviar que si la empresa no funciona tendremos todos que pasar por la Oficina de Empleo) las condiciones y acuerdos necesarios y a medida para conseguir coordinar y optimizar la responsabilidad personal con los compromisos profesionales. Y no hay excusas para no hacerlo, pues tenemos a nuestro alcance todas las herramientas que la tecnología nos brinda para poder implementar las soluciones necesarias, por lo cual, está en nuestras manos conseguirlo, pero para ello tenemos que superar otro de los grandes problemas que a mi juicio tenemos en las empresas (afortunadamente cada vez menos), que es la “presencialidad”. El día que diseñemos un buen contrato por objetivos (en lugar de por horas dedicadas) daremos un gran avance hacia la optimización del único recurso irrecuperable; el tiempo.

Como casi todo en esta vida, los grandes cambios se consiguen a partir de la suma de pequeñas acciones individuales y dichas acciones somos nosotros quienes tenemos que ponerlas en práctica. Todo depende de nuestra actitud; solo tenemos que decidirnos, querer hacerlo y actuar con determinación. En nuestra mano está mejorar los resultados de nuestras empresas a través del cuidado de TODOS los factores implicados.

El miedo a ser superado

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